El ocio en personas con Discapacidad Intelectual
El ocio
Los campos social, cultural y de ocio también se consideran como ámbitos educativos, capaces de formar personas mediante el aprendizaje de habilidades de desarrollo personal.
La experiencia del ocio tiene que incluir la libertad de hacer elecciones (Corbella, Baz y Alonso, 2001), tiene que ser considerada como el tiempo que una persona tiene para escoger y disfrutar de actividades que no estén relacionadas con el trabajo u otras formas de actividades obligatorias, y tendrán que generar sentimientos naturales de placer, felicidad y gozo (AAIDD, 2010, apud Corbella, Baz y Alonso, 2001).
Ocio y tiempo libre en personas con discapacidad intelectual
La participación de las personas con Discapacidad Intelectual en todo tipo de actividades vitales aporta una diversidad de beneficios (promueve la independencia, favorece su inclusión en la sociedad y las relaciones interpersonales, aumenta la autoestima, mejora sus habilidades adaptativas, mejora el estado de ánimo, promueve la actividad física y la salud, el establecimiento de amistades, la autodeterminación y, consecuentemente, la mejora en su calidad de vida [OMS, 2001; Madariaga, 2011 apud Calderón, 2015]), hay diferentes estudios que constatan que participan menos en actividades sociales y recreativas que las personas sin discapacidad. A menudo las actividades de ocio de las personas con Discapacidad Intelectual se limitan a actividades solitarias, con su entorno familiar o asociativo.
Esto ocurre o bien porque existe una desigualdad en la oferta de actividades dirigidas a este colectivo, haciendo así que el repertorio de actividades de ocio sea reducido, o bien porque se les impide participar en sus actividades preferidas (Corbella, Baz y Alonso, 2001).
El ocio en discapacitados intelectuales, ¿derecho o lujo?
Conseguir el reconocimiento social del derecho al goce del ocio por parte de las personas con Discapacidad Intelectual representa un reto, puesto que la falta de información respecto a la deficiencia, los prejuicios y las viejas premisas asistenciales generan modelos de ocio que no corresponden con el modelo vivido por el resto de la sociedad (Solly 1984 apud Lahuerta, Fernández y Pereda, 2004). Esto contribuye a la creación de un contexto de aislamiento, sobreprotección y sentimientos negativos de discriminación, los cuales incapacitan más que el diagnóstico.
Sin embargo, aunque el acceso y la ejecución de actividades de ocio normalizadas con personas con Discapacidad Intelectual es limitado por impedimentos sociales y técnicos, hay que reconocer el ocio especial como una importante medida transformadora y de transición, y no como una propuesta permanente. Esta modalidad de ocio tendrá que ser contemplada como una propuesta pre inclusiva, no solo capaz de dar visibilidad a las personas con Discapacidad Intelectual, sino también de recoger informaciones en términos técnicos, materiales y sociales, para poder encontrar medios de actuación y favorecer los cambios necesarios por el libre aprovechamiento del tiempo de ocio de estos sujetos.
A través de este, es posible poner en evidencia los problemas relacionados con la exclusión social de las personas con Discapacidad Intelectual que, a menudo, no tienen opciones de ocio comunitario o participan en actividades vacías, sin programaciones o sin las condiciones de accesibilidad necesarias para la participación plena y libre (Madariaga, 2008).